El misterio de la Navidad

Por: Jesús Guerrero

Hoy sólo escribimos acerca del misterio de la Navidad o Natividad, aunque sea redundante, de la real y verdadera Navidad; como dijo un amigo lector, hoy sabrás lo que es, por lo que no es; así que empezamos al revés.  Principiemos por decir que no es la Navidad.

La Navidad o Natividad no es la entrega de regalos caros para demostrar cariño o agradecimiento; ni es la instalación de un pino navideño en torno al cual sentarse a media noche y abrir regalos, no es tampoco el pretexto del gastrólatra que tiene al estómago por su dios, a quien le elabora refinados alimentos, ni las grandes fiestas en las que se invita a todos menos al festejado, tampoco son las canciones navideñas con fines mercadotécnicos; no es desear a una persona tenga felices fiestas como algunos hoy la llaman, dado que este término contiene un sentido no cristiano.

Muchísimo menos la Navidad tiene relación con el espejismo que representa un personaje que no existe ni existirá, vestido de rojo y barba blanca, llamado santo clós, invento de la mercadotecnia, que nada tiene que ver con San Nicolás de Barí, Obispo de la Iglesia Católica, defensor de la Divinidad de Jesucristo en el Concilio de Nicea, condenando las doctrinas de Arrio quien negaba el dogma de la Divinidad de Cristo.  Eventualmente, el concilio dio la razón a Nicolás de Bari y a otros obispos, resultando de ello la redacción del Credo, también conocido como el Credo de Nicea.

Sobre lo que sí es la navidad se pueden escribir muchos tomos y no daríamos abasto para explicarla, se pudiera iniciar desde la expulsión del hombre del paraíso y la promesa de Dios de enviar un Salvador, pasar por las profecías que anuncian al Salvador, la Divina Encarnación, hasta el nacimiento del Niño Jesús. Bueno mejor te platico qué es la Navidad.

Primero, respecto al Misterio de la Concepción o Divina Encarnación, tenemos que el Ángel Gabriel fue enviado a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,  a una virgen desposada con un varón de nombre José, de la casa de David, y le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios, y concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.  Dijo María al Ángel: ¿Cómo podrá ser esto pues yo no conozco varón? El Ángel le contestó y dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por esto el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios.

Segundo, en cuanto a la fiesta de la Navidad o Natividad, en el tiempo en que debía nacer el Salvador del mundo, dispuso el emperador Augusto se hiciese el empadronamiento de todos los súbditos del imperio romano; para ello debía inscribirse cada uno en el pueblo de donde su familia era originaria.  Con tal motivo marcharon José y María a Belém; más por su extrema pobreza no hallaron hospedaje o posada alguna, y tuvieron que albergarse en un establo abandonado, cerca de la ciudad.  De hecho, fueron mal recibidos; no se tuvo respeto al preñado de la santísima Virgen; la pobreza manifestada en lo que portaban, sólo atrajo sobre ellos el desprecio y el abandono, fíjate nomás, si así trataron a las dos personas más santas del mundo, y al Rey de Reyes, qué debemos esperar sus súbditos, si éstos no son más grandes que su Señor.

En ese mísero lugar, casi por completo desabrigado, fue donde el 25 de diciembre, a media noche María dio a luz a su Divino Hijo, y después de envolverlo en pañales, lo acostó en un pesebre sobre un poco de paja.  Su palacio es el establo, su trono el pesebre.  Este es el inefable misterio que nos recuerda todos los años la fiesta de Navidad o Natividad.

El 25 de diciembre, es un día solemne para el mundo, se celebra la Natividad de nuestro Señor Jesucristo, hecho hombre para la redención del género humano, confirmado por profecías que se cumplieron al pie de la letra, de forma irrefutable, divina e históricamente.  Amigo(a) lector(a), si en otros años no lo has invitado, este 25 de diciembre invítalo a su fiesta