Reflexiones ante el Covid-19

A los amigos que están perplejos y a mi consciencia.

El problema de esta pandemia del Covid-19 ha despertado, como era de esperarse, varios interrogantes de diversa índole. Esto ha provocado que estemos más o menos desconcertados y sin un norte fijo con el cual guiarnos. En estos momentos parece claro que la situación es a nivel mundial, que hay muchos muertos y un temor notorio en el mundo, estamos ante una especie de “Reino del terror”.

Esta “pandemia” nos está poniendo a prueba en muchos sentidos, el cuidado de la salud, el orden civil y político (términos tomados en sentido actual), así como el ámbito personal y familiar. Las condiciones difíciles, como suele suceder, tienen aspectos positivos y negativos, puede ser una oportunidad de volver a unir a las familias o de generar una dispersión mayor estando físicamente juntos…

El problema que en este momento me pongo a este respecto, entre todos los posibles, es el problema moral y general. Me parece que para un tratamiento medianamente serio deben considerarse tres niveles de generalización, pues los casos singulares sólo podrán ser atendidos rectamente en la medida que tengamos una visión general y de principios confiable y segura. Estos tres niveles son, forzosamente, de los primeros principios, los principios particulares y las consideraciones médicas; sin embargo, no podemos dejar de lado la formalidad que tiene que ver con el orden mundial, por ello sería necesario considerar aquí, también tres niveles: el geopolítico, el nacional y el clínico o médico. Por último, tendrá que hacerse una consideración sobre la distinción entre lo que es de hecho y lo perteneciente a lo que es de derecho, pues una cosa es lo debido y otra las circunstancias concretas en que ya (de hecho) se encuentra el médico y toda persona.

Así las cosas, es obvio que no podemos atender la cuestión en un comentario de dos o tres renglones o párrafos, por lo tanto, es necesario tener la disposición a leer con atención estas reflexiones que, intentando ser breves, serán, inevitablemente, más largas de lo que podríamos desear. Estas reflexiones, sólo son eso y tendrá tres partes: el orden de los principios, el orden geopolítico sin olvidar el problema de los hechos concretos a los que nos enfrentamos.

  1. El orden de los principios.

El principio supremo de la moral es la distinción objetiva entre el bien y el mal sin la cual se hace imposible cualquier intento ético, esto mes, moral; de esta distinción deriva el mandato de hacer el bien y, por consecuencia, evitar el mal. Este es el principio básico de la acción humana. De aquí que para especificar el principio y considerando el orden social, se sentencie la prohibición de la injusticia contra cualquiera. En este orden de cosas y considerando el problema médico, es necesario intentar sanar al paciente y no provocar la muerte a nadie, al menos no hacerlo con intención. Y se le manda al médico por ser quien tiene, en orden práctico, la posibilidad de quitar la vida a otro en el ejercicio natural de su profesión, pero también involucra al juez y a la autoridad política…

Si del gobierno se trata, estos principios exigen el cuidado de los ciudadanos, en primer lugar, de su vida (y de nacer, obviamente), ante lo cual se presenta el caso de la “pena de muerte”, problema por demás bastante complejo para atenderlo en este mismo escrito, pero está involucrado, toda vez que al parecer China tomo medidas en este sentido con el fin de contener el avance del Covid-19; sin embargo esto requiere un trabajo especial, aunque no podremos dejarlo pasar sin más, por ello señalamos que los principios relacionados con este problema pasan por: el principio de salvaguardar el bien común, el principio de justicia (dar a cada cual lo suyo), la proporcionalidad y finalidad propia de la acción humana en general. Algo diremos respecto a este problema en la parte geopolítica.

En orden a la salud, el covid-19 abre la duda sobre el estado “pandémico”, pues esto marca un estado de excepción tanto en lo social, político y médico. Es claro que no es lo mismo un problema de salud común, incluso una epidemia, que un estado de pandemia. Entre el primero y el segundo existen diferencias importantes. Un problema de salud común exige un tratamiento común que depende, casi siempre, de los avances médicos y clínicos tanto para su detección como en su tratamiento y está restringido a unos pocos y con un riesgo que podríamos llamar “natural o común” de contagio o expansión. En estos casos el médico hace lo que puede y hasta donde puede, el Estado y los particulares (instituciones de investigación…) luchan por la detección y contención de la enfermedad tanto como les es posible y según las condiciones científicas que se tienen.

Una epidemia empieza por exigir medidas drásticas en orden a proteger, en primer lugar, al grueso de la población, por ello se forman espacios de aislamiento y se trata de establecer estrategias de contención del mal, las personas-poblaciones enfermas son aisladas y se intenta detener el contagio, para lo cual se trata de aislar a quienes probablemente estén enfermas o sean transmisoras. Los profesionales de la salud quedan, por la naturaleza de su profesión, en la primera línea de combate y riesgo junto con las fuerzas del orden necesarias para lograr la cuarentena. Esto significa, en términos de moral social, que las personas enfermas pierden derechos naturales y sociales por el bien común, lo cual es justo y necesario, pues el principio de supervivencia toma especial importancia, pero también la población en general se encuentra en situación de restricción de derechos según los casos de que se trate.

Una pandemia tiene el agravante de involucrar a muchos o todos los países, pero con avance gradual de una a otra nación; exige tomar precauciones que eviten sea pan y la mantengan como epi y, de ser posible, convertirla en una situación de enfermedad normal. Aquí encontramos una falta moral grave en el caso actual: los países, como México, no cerraron fronteras ni generaron políticas de aislamiento preventivo para quienes venían del exterior (recuérdese que en la fase 1 los casos son por importación). Esto significa una falta en el orden moral referido a la protección del bien común, no sólo nacional, sino humano. En el caso mexicano, al parecer, los criterios-causa de esta falta moral fueron económicos, lo cual es un desorden que pone lo económico sobre cualquier otro valor (economicismo, pragmatismo, utilitarismo…).

Tal vez no se habría evitado el contagio, pero se habría disminuido significativamente; sin embargo, se esperó hasta tener casos confirmados para empezar a implementar políticas y conste que ya se había decretado como pandemia bastante antes de tener casos en nuestra Nación y, además, hoy presumimos de un mundo intercomunicado e interactuante a nivel global. En esto creo recordar que se decretó que todos los países pasarían por la pandemia, lo cual lo hace, si así fue, que sospechemos de mala voluntad orquestada a nivel nacional, pero también internacional…

En segundo lugar, y considerando la falta moral, pecado, antes señalada, no se tomaron previsiones para enfrentar el problema con suficiente anticipación, hace unos días (estamos a 9 de abril) el Secretario de Salud declaró que tal vez había sido un error vender a China tantos medios de prevención y de elementos médicos. No es un error ayudar al necesitado, es un error seguir con una producción al mismo ritmo cuando se sabe que serán necesarios, o vender aquello que se sabe que se necesitará más adelante, en caso de tener el problema en casa –lo cual ya se preveía; esto constituye una nueva falta moral, pecado, cometida por quien tiene el deber de cuidar el bien común…

Ahora bien, ¿en verdad es una pandemia tan temible? La cuestión no está clara, el covid-19 parece enfocado a las personas mayores y los viejos, pues son quienes por naturaleza tienen defensas inmunológicas deficientes, así como las personas embarazadas y con ciertas enfermedades y trasplantes. Por otro lado, la mortalidad no parece ser mayor que una gripe normal, de donde se pueden plantear varias preguntas en torno al grado de alarma y las políticas propuestas, así como en torno a la vida de las personas infectadas…

  1. Orden Geopolítico

Este último aspecto tratado nos pone en el nivel geopolítico. Aquí hay que considerar la interacción de las naciones en el momento actual. Recordemos que el problema chino-estadunidense inició desde antes con la relevancia y hegemonía que China estaba tomando en el mundo, al parecer en el cambio de la unidad monetaria mundial (desplazamiento del dólar como moneda referente) en el mercado mundial, en especial del petróleo, esta confrontación se recrudeció con el lanzamiento de la red 5G por parte de Huawey (empresa china de telefonía) y las tensiones entre EEUU y Rusia. A esto debemos añadir que todo indica que el Covid-19 está patentado por EEUU, así, el problema es ¿cómo y por qué China se convirtió en el foco de esta infección pandémica? Pero esto será un problema más o menos obscuro durante mucho tiempo. El hecho es que China ya está en franca recuperación, mientras que los demás países están en plena crisis de salud y por entrar en la crisis económica que será, al parecer, la más grande de la historia.

Este aspecto geopolítico nos habla de una guerra muy distinta a las conocidas hasta ahora. Si vemos las cosas a este nivel, China y Rusia son los grandes ganadores y el esquema u orden mundial parece que cambiará drásticamente al final de esto. Al parecer China tuvo una proporción mínima de “bajas” en esta guerra, mientras que los países fuera del eje Rusia-Pekín están sufriendo grandes pérdidas y esperan superar las bajas (muerte de población no-militar) chinas. Esto plantea un grave problema moral: ¿esta guerra consiste en atacar a la población civil?

Pero hay un problema mayor a enfrentar el cual es de carácter financiero y de dominio mundial. El crash se ve venir en todo el mundo “occidental” (mejor dicho: liberal). La parálisis económica a la que están sometiendo a las poblaciones liberales no puede sino generar una grave crisis financiera en cada uno de ellos, mientras que China ya está en franca recuperación de su producción y economía. Distingamos que hablamos de finanzas y no de economía propiamente, la distinción podemos ponerla, para simplificar, entre vender dinero y tener ganancias en dinero (finanzas) y vender bienes para obtener otros bienes usando como medio el dinero (economía), aunque sabemos que la cuestión es un poco o un mucho más compleja.

Los países deprimidos económica y financieramente (tercermundistas, en vías de desarrollo…) no podrán ser un baluarte para los países desarrollados económico-industrialmente y, además, estarán en crisis, porque al final deberán deprimir aún más sus economías y están en peores condiciones para recuperarse. La estrategia de hacerlos permanecer en funciones el mayor tiempo posible con la finalidad de dar oportunidad a los países desarrollados, si fue el caso, no funcionará y tendrá un alto coste en los países pobres (México, p, ej).

Otro factor es la orientación del virus, el tipo de población más afectada. Por lo cual podemos sospechar una especie de eutanasia y eugenesia. Sin embargo, la población general no está exenta del mal. Todo esto hace más confusa la situación, el dato, sin embargo, queda firme. Además, existen otros elementos de juicio, por ejemplo, al parecer este Covid-19 no parece ser especialmente mortal, las muertes atribuidas al conavi-19 no parecen estar arriba de las muertes por gripe común (sea lo que esto signifique), sin embargo, debemos considerar que estamos al principio del año. Esto es, por un lado, no parece muy válido hablar de una “pandemia” destructiva como pudieron ser otras históricamente anteriores (peste negra, etc.), pero por otro lado en necesario considerar que estamos a penas en el primer tercio.

A pesar de toda esta confusión, podemos formular la hipótesis de una guerra donde los mass media modernos han tenido gran importancia generando el “Gran Terror” a nivel mundial. El panorama se ha visto agravado por la desinformación de los “desesperados por el protagonismo” quienes difunden opiniones irresponsables a diestra y siniestra, consecuencia natural de la “sociedad del opinionismo” y la desinformación ideológica y “estratégica” de los gobiernos. Así, p, ej., no sabemos nada o demasiado poco de lo que ocurre en Inglaterra cuya importancia está en el hecho de ser la cede de los grandes centros económicos, la “Pequeña Inglaterra”, p. ej., compuesta de unas cuantas cuadras, alberga los bancos que sostienen al Banco Mundial, Inglaterra es asiento de las grandes familias poseedoras de las finanzas y las grandes empresas petroleras y laboratorios bio-químicos.

Así las cosas, el mundo se ha visto sometido a una confusión profunda de la cual, al parecer, no podrá salir fácilmente, pues nos hemos acostumbrado al “sospechosismo”. Todo esto hace parecer más creíble la situación de “guerra mundial” (III GM) en una versión inédita hasta hoy, pero muy adecuada a las condiciones modernas donde las finanzas, el consumismo y la explotación constituyen el motor del mundo. Por supuesto, esto no impedirá la formación de bloques y luchas, incluso armadas (¿?), aunque no lleguen a ser guerras de bloques como las dos anteriores.

Pero lo más importante es el factor no considerado en este lío mundial: el divino. Se ha olvidado, a través de la historia, la Revelación, en especial el Apocalipsis. Y en este punto es significativo que hasta los católicos (más los sedicentes católicos) se resistan y ataquen este punto como algo fuera de lugar, cuando la historia misma no es más que el cumplimiento de la Revelación y promesas de Nuestro Señor Jesucristo. En esto debemos considerar la proximidad mayor, como se quiera ver o atacar, del “Fin de los Tiempos” y el “Reinado del Anticristo”, pues mientras más avanza el tiempo, más cerca estamos de la Segunda Venida, la definitiva y final. ¿cómo puede negar esto el católico? ¿acaso piensa que cada día que pasa estamos más lejos de la Parusía? ¿es sensata o defendible la idea de conseguir por nuestras fuerzas evitarlo?…

En fin. Este factor debe ser considerado. La globalización no es más que un paso necesario, al menos así parece por ajustarse a lo Revelado por Dios, en el advenimiento del reinado del Anticristo. Lo anterior no niega la lucha y el combate, como algunos piensan, pero ese combate debe ser adecuado a las circunstancias actuales y, al parecer, la peor manera de luchar hoy (al menos en nuestra nación) es generar más partidos políticos, mucho menos aparece como adecuada esta multiplicación partidista cuando a la cabeza de dichos partidos se colocan tipos fracasados y de conocida procedencia non grata presentados como la solución.

Y si consideramos los intentos mundiales realizados desde hace tiempo por establecer la unidad mundial, podemos ver que hoy, más que nunca, estamos ante la posible realización (quizá aún anticipada de la real) de las condiciones necesarias para la manifestación del falso profeta y el falso salvador. En esto podemos reflexionar en el proceso que va desde la fundación de la ONU hasta la Globalización y la Nueva Era; pero bien podemos remontarnos al proceso que inicia con el Renacimiento, la Revolución Francesa y Bolchevique, la I y II Guerra Mundial hasta nuestros días.

Además, las condiciones para que se siente la bestia en el lugar santo ya están listas o poco les falta. Francisco ha alineado a la Iglesia oficial en el sentido adecuado para el reinado del Anticristo. Sus actos lo prueban, solo por ejemplificar: la “Pachamama” en el mismísimo vaticano, la bendición que recibe y acepta de grupos de brujos, magos…; la concertación de las naciones a una educación que posibilite y consolide “un nuevo humanismo”, el haberle besado el anillo a Rothschild en su visita al Vaticano, la oración con el rabino en privado y secreto, la insistencia en ordenar presbíteras en la iglesia porque la “Iglesia es mujer”… y los casos siguen y siguen. Definitivamente, la realidad habla por sí sola de la alineación que está realizando y de su concordancia con los signos de los tiempos.

  • El orden concreto.

Con estos antecedentes podemos expresar algunas reflexiones sobre el orden práctico. La población en general, y en especial los médicos, hemos quedado en medio de todos los entresijos políticos, económicos, liberales y modernos sin tener muchas opciones de acción y con grandes problemas morales.

Aquí se hace muy importante distinguir entre lo que es “de derecho” (de iuris) y lo que es “de hecho” (de facto). Lo primero es reconocer que muchas cosas no están en nuestras manos y no podrían estarlo. Las decisiones de cerrar fronteras no es algo que los ciudadanos podamos hacer; las políticas de “quédate en casa” es algo sólo parcialmente posible y en lo cual podemos participar limitadamente, y así con muchas cosas. Pero el problema más acuciante es el de la vida y la muerte en el orden médico y personal. Nada fácil de enfrentar, pero normativamente no es tan arduo como parece. Dicho en otro modo, desde el orden de los principios y en lo que nos toca no hay mucho por discutir.

  1. Lo primero es reconocer que estamos ante una condición donde la sociedad civil ha sido puesta y desde donde puede intentar actuar para remediar los pecados de las autoridades. Las autoridades, con su falta moral han provocado una situación muy deficiente para enfrentar la crisis, por lo cual exige, sin decirlo, el heroísmo de muchos. Los médicos se encuentran desprotegidos, en muchos casos, o con medios deficientes de protección, con recursos muy limitados y con información deficiente, esto son hechos, y por lo tanto no les corresponde a ellos ni a la población en general. Van a morir muchas personas debido a estas condiciones y otras por imposibilidad humana inevitable, también son hechos cotidianos y hoy más marcados. Todo esto deberá llevar a la profesión a recuperar el humanismo que ha perdido en muchos, esto es un deber del médico y la sociedad civil. Esto está en nuestras manos y es nuestra responsabilidad.
  2. En segundo lugar, es necesario que la sociedad civil, de acuerdo con sus medios, se organice para tratar, como un acto de caridad, de cubrir las necesidades de atención. Esto puede hacerse por medio de la proveeduría de artículos necesarios para la atención médica; como de hecho algunas asociaciones parecen haber iniciado ya en nuestro país. Es obligación cuidarse y cuidar a los demás usando los medios a su alcance, a pesar de sus incomodidades o desacuerdos. Exigir y presionar al gobierno a cumplir con sus deberes de Estado y morales sin concesiones y sin descanso. Obedecer y autoimponerse, en la medida de sus posibilidades, las restricciones que parecen haber funcionado en otros países y los que manda el sentido común, tanto como sea posible. Restringir, rechazar y combatir la desinformación manteniendo el sano juicio de verificar y transmitir sólo información confiable. Exigir a los “alarmistas” que dejen sus faltas morales y retornen a la sensatez que requiere un momento crítico como el presente, y más crítico por la situación intelectual y moral de las personas en general.
  3. Los médicos tendrán que tomar decisiones difíciles ante las cuales se encontraran de hecho y no será fácil. Por las condiciones en las cuales de hecho nos han puesto los malvados con sus decisiones, los médicos deberán tomar decisiones difíciles y recordar los principios morales en todo momento. En esto es importantísimo recordar: nadie está obligado a lo imposible, ni se puede imponer el heroísmo a la fuerza. Por lo tanto, en el momento crítico la norma estará dada por su saber y la caridad; ante una situación crítica de dos pacientes graves deberán optar por el que sea más posible de salvar, pues en situación crítica no se puede sacrificar a uno por otro sin posibilidades. Esta decisión deberá ser a consciencia, y consciencia moral, requiere de ciencia y prudencia, de experiencia y capacidad de acción. La norma no es la productividad futura ni la conveniencia política, sino la norma moral que manda dar a cada cual lo suyo, la necesidad de no ir contra natura y la prudencia ente las condiciones concretas del aquí y ahora. Y el médico debe recordar que tendrá que vivir con sus decisiones toda su vida, por ello deberá ser muy prudente, circunspecto, deberá tener consciencia cristiana o al menos humanística para actuar rectamente.
  4. La población deberá cargar, como siempre, con la parte dura. Apoyar, aceptar y obedecer. Apoyar para evitar que los médicos tengan que tomar decisiones moralmente cuestionables, pues algunas serán inevitables y, en clara consciencia católica, muchas veces deberán “dejar que la naturaleza siga su curso” y las personas deberemos aceptar, recibir en la confianza de que el médico ha hecho todo lo posible y no sólo no tiene nada que hacer, sino que urge que actué en consecuencia. Por esta última razón, hoy más que nunca el médico debe mostrar esa consciencia cristiana en todos sus actos, la población necesita confiar en sus médicos para poder soportar confiados en ellos y en Dios. Y por lo mismo, la sociedad civil debe apoyar a sus médicos, para que ellos puedan actuar en las mejores condiciones. Por último, la población debe obedecer al sentido común, a la recta autoridad y a la razón, en medio de esta gran desinformación, pero con buen sentido moral. Esto no significa dejar de combatir, como ya se ha dicho antes, pero también es necesario reconocer los signos colaterales que esta situación mundial nos proporciona para el combate. Por ejemplo, esta pandemia da un fuerte mentis al discurso liberal, modernista y asesino desde que se declara una mayor incidencia de la enfermedad en varones que en mujeres, pues el virus nos vuelve al realismo y la sensatez, no se dice que los géneros x, y, etc., sean más o menos propensos, y ni le importa al covid-19 lo que cada quien desee pensar sobre su propia naturaleza. Así, existen nuevas formas de combatir que necesitamos descubrir y afinar.
  5. Oración y fe. Este es el orden más importante. Hoy estamos en medio de una cultura que ya no es la occidental más que por referencia geográfica. No estamos viviendo en un mundo donde la fe en Dios reine, donde los mandamientos manden ni en un mundo donde la oración sea una palabra completa y llena de sentido dirigida a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu santo. Por ello es importante realizar la máxima participación política exigida como deber moral de todo católico: pedir a Dios para que se cumpla Su voluntad y no la nuestra. Esto es lo debido. En la medida que estemos firmes en esta roca podremos cumplir con nuestros deberes morales y por consecuencia con todos nuestros deberes sociales. políticos (en esa distinción moderna), familiares, etc.

Bueno, hasta aquí estas reflexiones deficientes y parciales por varios motivos, entre ellos mi deficiencia personal, pero también porque se requeriría todo un tratado de moral para tratar todo esto o que todos lo tuviéramos claro y fresco y, entonces, ya no sería necesario escribirlo; porque al final ningún ser humano puede hablar de todo ni verlo todo, que, como se nota, está suponiendo una información amplia por quien esto lea, pero con la ventaja de poder encontrar la información con una búsqueda más o menos sencilla en internet. Sin embargo, se han escrito con el mejor ánimo de orientar a los amigos y compañeros o de que por lo menos nos haga reflexionar sobre la importancia de la moral, que es el orden propiamente humano, para entender esta situación que nos toca vivir; pero en especial los escribo para volver la vista a aquél que todo lo puede y le pidamos que se cumpla su voluntad y no nuestros intereses personales, políticos o cualquier otra índole. Tan sólo para terminar vale la pena recordar una oración poco conocida pero muy importante, me parece, en la actual situación crítica, se las dejo para que la reflexionen:

 

Dame Dios mío lo que te queda,

dame lo que nadie te pide,

no te pido reposo, ni la tranquilidad del alma ni la del cuerpo,

no te pido la riqueza, ni el éxito, ni la salud,

tantos te piden eso Dios mío que ya no debes tenerlo.

Dame Dios mío lo que te queda,

dame lo que otros no quieren,

quiero la inquietud y la inseguridad,

quiero la tormenta y la lucha,

dame eso Dios mío,

que yo esté seguro de tenerlos siempre.

Porque no siempre tendré el coraje de pedírtelo.

Dame Dios mío lo que te queda,

dame lo que otros no quieren,

pero dame también el coraje, la fuerza y la fe

 

 

Y que Dios se apiade de nuestra alma.